Medicina: ¿ciencia o arte?

México D.F. Miércoles 25 de junio de 2003

Arnoldo Kraus

Lo viejo no siempre es viejo: muchas ideas, aun cuando sean imprecisas, «resisten» la «prueba del tiempo» porque no hay cómo contradecirlas, mejorarlas o sepultarlas. Hace muchos años, escuché que la medicina es una profesión que oscila entre la ciencia y el arte, es decir, que no es ciencia pura pero tampoco arte, sino que combina ambas disciplinas. La pregunta podría ser, ¿es la medicina una ciencia con una dosis de arte o un arte con una dosis de ciencia?

Tiempo después oí otra idea bastante trillada -lo viejo parece mejor que lo nuevo-, que dice que la medicina es el arte de tomar decisiones adecuadas basadas en evidencias inadecuadas, lo cual implica que la medicina es una ciencia inexacta. Con esas ideas caminaron los galenos de antaño y navegan los de hoy. Es probable, aun cuando lo dudo, que los doctores de las próximas décadas vivirán una medicina que dejará de ser una cienciarte inexacta para transformarse en una ciencia más precisa.

Lo inexacto de la medicina tiene varias explicaciones. La primera es que no hay dos seres humanos idénticos -ni siquiera lo son los gemelos monocigóticos-, lo que implica que la expresión física o síquica de la enfermedad varía entre una persona y otra. La segunda es que no hay dos doctores iguales: ante un mismo problema, sobre todo si se trata de una decisión médica, es muy frecuente que las conductas diagnósticas y terapéuticas difieran -si el embrollo es quirúrgico, las opiniones y las técnicas suelen ser similares-. La tercera es que la misma enfermedad suele comportarse en forma distinta dependiendo del huésped. Es decir, dado que cada organismo tiene fortalezas y debilidades diferentes, el daño puede ser mayor o menor a pesar de que el origen de la enfermedad sea idéntico.

La cuarta es el reto que conllevan las nuevas tecnologías, sobre todo en lo que se refiere a «cómo usarlas», «cuándo usarlas» y «qué tanto usarlas», pues, dada su finura, su creciente avance y su complejidad, es muy común que algunos estudios ofrezcan información o revelen patologías que el médico, al solicitar estos exámenes, «no buscaba». La pregunta fundamental es, ¿debe o no debe hacerse caso a «todos los datos» mostrados por la tecnología a pesar de que éstos nunca hayan repercutido en la calidad de vida del paciente? La quinta, aunque linda más con matices filosóficos que médicos, radica en que no se conoce «el curso natural» de muchas patologías, lo que implica que en ocasiones es imposible saber si «es mejor hacer o no hacer» o, simplemente, observar. Este argumento tiene valor por dos motivos: muchos enfermos curan espontáneamente, mientras que otros, no sólo no mejoran cuando se les trata sino que empeoran al suministrárseles nuevos medicamentos o al realizar otros estudios para «afinar el diagnóstico». A lo anterior se le conoce como riesgo-beneficio.

Por último, nunca debe desdeñarse la visión personal del afectado en cuanto a la génesis del problema y sus posibles explicaciones: algunos se conforman con el dictamen de Dios y prefieren no interferir con esos designios. Lo mismo puede decirse en relación con el entorno social, económico, afectivo y escolar del paciente, pues muchas veces determina su conducta ante la enfermedad. La suma de los argumentos previos, a pesar de su tinte iconoclasta, equivale a decir que el ejercicio de la medicina exige tomar, con frecuencia, decisiones que no son necesariamente científicas.

El listado anterior no representa un ejercicio de suma o resta pues una situación no excluye a la otra. Más bien, traduce el meollo de estas reflexiones: al tratar a un paciente existe una interacción constante entre la ciencia y el arte (un paciente con itálicas significa que cada ser humano es distinto y que los experimentos en donde determinado fármaco fue exitoso no equivale a decir que también lo será «en cualquier» enfermo).

Confieso que los párrafos anteriores son una suerte de diván, pues muestran incertidumbres y dudas personales que afloran cada vez con más frecuencia; en esto, «lo viejo» no necesariamente cura las flaquezas de la juventud. Sobran ejemplos: no sabemos responder cuándo morirá un paciente; en muchas enfermedades, los pronósticos son inciertos; desconocemos, en no pocas circunstancias, por qué enfermó el paciente, y con frecuencia ignoramos qué tan agresivamente debe tratarse determinada patología.

El core de la medicina es el core del individuo. La medicina, por más genómica, por más moderna, por más elitista y por más avanzada, nunca, por fortuna, resolverá su dilema: ¿arte o ciencia? Creo que la combinación de ambas, en dosis variables de acuerdo con la ciencia o el arte del médico, y del individuo, es y será, siempre, lo idóneo.

Publicado por eticadiaria

Reflexionando desde la realidad y para la realidad, una mirada a la Filosofía sin la exquisitez del lenguaje que nos aleja de la realidad

3 comentarios sobre “Medicina: ¿ciencia o arte?

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar