¿Qué dice la Biblia sobre la homosexualidad? / II

2.3 La prohibición del Levítico

Lv 18,22: «No te acostarás con varón como con mujer; es abominación».

Lv 20,13: «Si alguien se acuesta con varón como se hace con mujer, ambos han cometido abominación: morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos».

2.3.1 ¿Hay que relativizar estas prohibiciones? ¿Son ellas de carácter cultual?

Se trata de textos bastante directos, los más explícitos a nivel del AT para condenar las prácticas homosexuales. Sin embargo, Mc Neill intenta limitar el alcance de esta prohibición del Levítico mediante su encuadramiento histórico-cultural.

«Se trata del ‘Código de Santidad’ de los judíos, que contiene sus austeras normas rituales del culto a Yahveh. En este contexto, se explica bien la prohibición de las orgías sagradas de los cananeos, ligadas a los ritos idolátricos de la fertilidad en honor de Astarté y de Baal. Los cananeos creían participar en el proceso primaveral de los campos por la comunión vital con sus dioses de ambos sexos, a través de la unión carnal con prostitutas y prostitutos consagrados a ellos en sus templos. Por eso los hebreos, ante cuyos asombrados ojos se desarrollaban estas fiestas rituales de los pueblos vecinos, asociaban espontáneamente los actos homosexuales a la más depravada idolatría. Hay que tener en cuenta el marco histórico-cultural de la religión cananea de la fertilidad.» (24).

Por lo tanto se relativiza así el juicio moral a la homosexualidad contenido en las prohibiciones del Levítico, pues ellas son un rechazo cultual idolátrico, y no tanto una condenación a las relaciones homosexuales en cuanto contrarias a la naturaleza humana y a la voluntad de Dios, como se ha leído.

Además, algunas otras observaciones deben hacernos relativizar la importancia dada a estas prohibiciones al interior del pueblo:

«Es preciso señalar que entre el número de leyes de todo tipo que encontramos en los cuatro últimos libros del Pentateuco solo encontramos dos relativas a la homosexualidad. En cuanto al castigo de pena de muerte, el mismo castigo estaba previsto para el adulterio, la bestialidad y el acostarse con una mujer durante el periodo de menstruación (Lv 20, 10.15.18)» (25).

Debemos aceptar estos datos de Mifsud. Con relación al aporte de Mc Neill, considero que hay parte de verdad, aunque es difícil estar de acuerdo con todas las conclusiones que él saca. Me parece lógico que, en el contexto de la orgía cultual (consideradas por los hebreos como prácticas «demoníacas»), hubiese un intuitivo rechazo de los hebreos a la prostitución masculina que les parecía sin duda más brutal, desmesurada y degradante que la femenina. Era la suma degradación a la que conducía el culto a estos falsos dioses.

Pero, aunque motivadas por un interés cultual, ¿eran las prohibiciones del Levítico un mero tabú condicionado históricamente o una intuición ética fundamentalmente recta?

2.3.2 ¿El horror de lo judíos a la homosexualidad masculina es simplemente cultual?

Profundicemos un poco en este «horror del pueblo judío a la homosexualidad masculina», como el mismo Mc Neill lo reconoce. ¿Se trata de un simple prejuicio cultural, como lo quiere ver Mc Neill, o de una sana intuición teológica, con verdadera trascendencia ética?

En primer lugar hay que señalar que el Levítico no es solo un código ritual, sino también moral (26), tanto más marcado cuanto más grave era la sanción que prescribía. Observemos que el Levítico castiga con la muerte a los actos homosexuales entre hombres, pero no entre mujeres.

Veamos tres motivos para explicar dicho «horror a la homosexualidad masculina» (27):

a) El Antiguo Israel valorizaba en grado máximo la fecundidad familiar, como una verdadera bendición de Dios y participación en su Alianza. Pero las prácticas homosexuales eran de suyo estériles y retraían de la unión heterosexual fecunda, mientras que ocasionaban la pérdida del semen viril, principio fundamental de la fecundidad humana.

b) El otro motivo, quizá el principal, como el mismo Mc Neill señala, y que explica también por qué se desentendían de lo que ocurriera entre mujeres, era la clara conciencia de la intangible dignidad del varón, muy fuerte en un pueblo predominantemente androcéntrico como era Israel.

c) Un tercer motivo está dado por el hecho de que egipcios y cananeos solían realizar actos homosexuales con los vencidos en el combate, a manera de burla y escarnio, por lo cual se consideraba denigrante esta práctica para los varones que habían de sufrirla pasivamente (28). De ello hay también un vestigio en la historia primitiva y extrabíblica de Noé, violado por su hijo Cam (Egipto), lo cual determinó que el patriarca maldijese a su nieto Canaán (las tribus palestinas), hijo o descendiente del mismo Cam (29).

Volvemos a la pregunta: ¿este horror a las prácticas homosexuales es una simple reacción emotiva culturalmente determinada? Creo que no. Hay aquí una intuición fundamental confirmada por la antropología comparada, que comprueba que muchos pueblos y razas lo sienten así, aunque no siempre con el mismo grado de intensidad.

«Así Mc Neill da a veces la impresión de que los árboles no le permiten ver el bosque. Tras sus finos y minuciosos análisis histórico-culturales, tiende a olvidar algunos datos fundamentales de la experiencia humana universal» (30).

Resumiendo, no negamos que el rechazo del Levítico esté motivado por lo cultual, pero este rechazo se ve agravado por un sumo grado de degradación que son las prácticas homosexuales. Creo que en estas prohibiciones hay también un juicio ético negativo a tales prácticas. Además, con Llinares creo interesante afirmar que:

«En cuanto cristianos, herederos de la tradición bíblica, pensamos que el diálogo habitual con el verdadero Dios había dado a aquel pueblo una sabiduría moral de la que los gentiles carecían» (31).

Publicado por eticadiaria

Reflexionando desde la realidad y para la realidad, una mirada a la Filosofía sin la exquisitez del lenguaje que nos aleja de la realidad

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